Sabado previo al balotage..



Este capitulo habla sobre el hospital de Cuchilla Seca en Brasil.

Hasta alli se llevaban los heridos nacionalistas.-

Espero les guste

sábado, 28 de noviembre de 2009

CAPITULO VIII – “CUCHILLA SECA”

CAPITULO VIII – “CUCHILLA SECA”

El camino hacia el norte era difícil, arroyos y cañadas crecidos, los pasos conocidos totalmente desbordados, los campos anegados y los bañados transformados en ciénagas. Las caballadas estaban flacas y cansadas por lo que gran parte de camino se hacia a pie con el bruto de la brida.-

La larga columna se movía despacio y en silencio, ya estaba por amanecer y una pequeña bruma se elevaba por sobre los pastizales. Los jefes iban de un lado a otro de la columna tratando de mantener el orden e infundir ánimo, como si el ánimo se pudiera encontrar en medio de aquella tierra anegada por el agua mezclada con la sangre derramada.

¿Donde estarían? ¿Tras de que cerrillada estarían agazapados los soldados del gobierno? Los fusiles ávidos de carne encierran la muerte escondida en las vainas de las balas, los compañeros caídos la jornada anterior daban fe de ello. Casi no quedaban proyectiles en las cartucheras, encontrar un fusil muchas veces más que una ventaja era un problema, de poco servía aquella rara mezcla de Remingtons, Máuser, Winchester si no se tenían los medios adecuados para usarlos.

La batalla pasada, unido al frío y al agua intensa que no daba tregua había desnudado las carencias logísticas y medicas de la revolución.

Un ejército es tan bueno como aquellos que lo conforman, si éste ejército esta debilitado físicamente significa que también tiene debilitado su potencial para combatir. De ahí que el mantenimiento de la salud era vital para la consecución de la causa.-

Lolo sufría en carne propia esta situación, paso a paso, tomado de la rienda de su caballo veía como sus energías se agotaban mientras trastabillaba cada dos o tres pasos. El frió y el dolor en la cabeza le generaba una rabia incontenible que le hacía flaquear su resistencia, y hasta un bravo como él fantaseaba con dejarse caer y terminar así el sufrimiento.-

Las ropas húmedas incapaces ya de albergar mas agua se pegaban al cuerpo multiplicando el frío intenso que los lastimaba; las botas encharcadas, tanto que daba lo mismo caminar descalzo. El poncho otrora amigo para combatir el frío, al estar totalmente empapado se convertía en un sobrepeso difícil de llevar marchando entre bañados pantanosos, con los miembros entumecidos.

En medio de todo esto, con la mirada puesta en el norte, buscando el “paso Hospital” que los llevara hacia Rivera y de ahí a los pertrechos en Santa Ana, cada relámpago y el posterior trueno le parecían a Lolo carcajadas macabras hechas por el viento.-

Una caballada apareció al galope, al frente de la misma venia el Comandante Gutiérrez, con el, totalmente empapado y apenas cubierto por una fina túnica de verano el doctor Andrés Ceverio, líder del cuerpo medico, lo acompañaban además tres practicantes.-

- Oficial
- Si señor – respondió el capitán a cargo del grupo
- Tiene heridos por aquí.?-
- En la carreta tenemos seis soldados mi comandante
- ¿Y ese soldado porque no esta en la carreta? – dijo Ceverio al comandante Gutiérrez – lo atendí ayer y tenia una profunda conmoción. Una bala le rozo la cabeza, no es conveniente que vaya caminando.-
- ¡Lolo! ¡arrímate, el doctor quiere hablar con vos! - y mirando al doctor dijo – es apenas un muchacho, guapo como un toro embravecido, pero a veces de tan guapo se transforma en tozudo

Lolo se arrimo con el caballo de la mano, el sombrero afirmado en la mollera casi en la nuca por encima de la venda grotesca de género indefinido.

- Como venís Lolo? – dijo Gutiérrez
- He sabido andar mejor mi comandante - respondió Lolo
- Usted no debería ir caminando soldado, estuvo casi cuatro horas inconscientes, ¿se siente bien?
- Lo suficiente como para no abandonar el caballo doctor, con la falta de matungos que hay a este me lo pelan enseguida
- Ahhh, esos son mis bravos de Villas Boas, cualquier cosa por un buen caballo, al final tiene razón el capitán Bethencourt amigo Lolo, sos capaz de pelear con el mismo Idiarte Borda por un caballo mijo
- Espero que el caballo no lo lleve derechito al pozo soldado – retruco Ceverio- vamos a mirar esa herida, con la falta de desinfectante que tenemos solo las podemos lavar con agua hervida y nada mas. Si se infecta estamos en problemas.
- ¿Cuál es el plan con los heridos doctor? pregunto Gutiérrez
- El general Saravia tiene ganas de desviar una caravana de carretas con los heridos hasta el hospital de Cuchilla Seca. Confiemos que si nos agarra el gobierno nos deje seguir… somos un cuerpo medico con heridos
- Que quiere que le diga doctor, yo no creería mucho en la misericordia del gobierno. Por lo que se comenta los heridos de Tres Árboles que llevo la cruz roja a Montevideo después de recuperados fueron a prisión
- Estamos mejorando…antes los degollaban si andaban escasos de municiones y si no los fusilaban – dijo el doctor mientras examinaba la profunda herida que había hecho la bala al rozar el cráneo de Lolo
- Siempre y cuando no los agarre Muniz – dijo Lolo
- ¿a ver como es eso que dijo soldado?
- Comento el comandante Fortunato que después de Arbolito el muy salvaje degolló a dos o tres heridos que nos se pudieron esconder
- Entonces Comandante Gutiérrez, si lo que dice el soldado es cierto es preferible que lo encarcelen a que lo degüellen.-
- Este mismo mozo escapo de un degüello seguro un par de días antes de Tres Árboles. Y miren que no eran gente de Muniz sino soldados de línea.- comento el comandante Gutiérrez al doctor- ¿Bueno, como esta esa herida?
- No me gusta, cuando lo encontraron llevaba un buen rato con la herida llena de barro, vamos a tratar de limpiarla seguido y desinfectarla bien en Cuchilla Seca. Este soldado se viene conmigo Comandante
- Pero apenas es un corte Comandante – protesto Lolo
- Soldado, monte y siga al doctor. Después de curado lo quiero nuevamente con nosotros y es una orden

Lolo montó desganado y emparejó su caballo con la carreta que llevaba los demás heridos hacia el hospital, estaban cerca del paso de Guaviyú y más que llover diluviaba.
Poca cosa podían hacer lo médicos en el frente de batalla cuando faltaba lo indispensable, faltaban vendas, hilos y brillaban por su ausencia los medicamentos. A falta de agua fenicada y bicloruro de mercurio las heridas se lavaban con agua hervida en ollas de hierro o apenas en la misma caldera de tropero con la que se aprontaba el mate. A falta de apósitos de gasa antiséptica y algodón, se desgarraba una camisa y se usaba esta como venda.-

Los quebrados se entablillaban con ramas y tiento, el mismo tiento que se usaba para detener una hemorragia.-

Antes de llegar al paso de Guaviyu, el general Saravia recibe la noticia que cubriendo el paso, ocultos por las cerrilladas, esta la vanguardia del general Escobar. Sin perder más tiempo parte con su escolta y un escuadrón de lanceros al encuentro del enemigo

En tanto esto pasaba en el medio de la columna, se comisionaba a Eduardo Acevedo Díaz para que acompañara con una partida de la 2ª división la caravana de heridos hacia Bage, pasando la frontera donde se encontraba el hospital de Cuchilla Seca.

En mas de veinte carros tirados por bueyes y algunos a caballo, acompañados por menos de treinta jinetes partieron los casi doscientos heridos de la revolución al hospital mas cercano, distante al menos diez días a caballo.-

Liberado el paso se continuo la marcha, un soldado herido en la carga hecha por el general Saravia en el paso de Guaviyú, le comentaba a Lolo lo acontecido mientras marchaban al paso de los caballos –“Ni bien vadeamos el paso, como a las tres de la tarde, sobre la cerrillada nos balearon de lo lindo, yo no tenia balas, es mas, nadie tenia balas. Entonces el general mando buscar la carreta con tacuaras que tenia el Coronel Lamas. Nos dio una lanza a cada uno y nos dijo que las municiones las tenían ellos y el coraje nosotros. Estaba como endemoniado el general, el tordillo se paraba de manos y bufaba y el general meta revolear la lanza. Se había sacado el poncho y solo estaba de camisa bajo la lluvia. Y entonces cargamos, así nomás, como antes, pura lanza mijo. Rodaron unos cuantos porque les bajaron los caballos pero les llegamos a la línea y salieron corriendo los zumacos. Había un viejo de gorro con penacho que parecía un general de esos que desfilan en el pueblo, revoleaba un sable y les decía que formaran. Pero que van a formar, ni bien les caímos con los caballos salieron corriendo y tiraban los máuser y nos se les veía ni el quepi. Diga que la caballada nuestra esta bichoca y llena de mataduras, sino estaba para correrlos hasta Montevideo mismo.

Así, entre cuentos y anécdotas que hicieran olvidar los dolores, el frío y el hambre una semana después llegaron a Cuchilla Seca donde estaba el hospital.-

Ahí la situación no era la mejor, pero al menos no llovía. Sobre una altura había cinco grandes carpas de lona sin puertas, que oficiaban de salas generales. Mas allá, un rancho de abobe y paja de medianas medidas servia como deposito y almacén. Un poco más allá, un corral de piedras y ramas mantenía encerrada una pequeña tropa de seis o siete vaquillonas escuálidas que servían de consumo a heridos y médicos.-

La pobreza que se veía en el sitio hacia espantar al mas duro, y solo la abnegación y sapiencia del cuerpo medico hacían de aquello un verdadero hospital donde se sanaban los heridos y no un simple deposito de desahuciados.
Presa de fuertes fiebres productos de la infección de su herida quedo Lolo acostado sobre un catre soñando con una casa en la cuchilla, el tambo, los corrales y el bullicioso trabajo en la cocina de sus hermanas. Su flaca humanidad parecía consumirse entre sudores, calambres y pesadillas.

Por las mañanas parecía estar mas animado por mas que sufría enormes dolores de cabeza, así y todo intentaba levantarse, pero luego de un rato las fiebres comenzaban a horadar su cuerpo y caía en profundos vacíos.-

Cuando ya se cumplía casi quince días de su llegada comenzó a sentirse mejor y a recuperarse lentamente. Caminaba todas las mañanas en torno al hospital y pronto comenzó a colaborar en las tareas simples como acarrear leña, ordeñar alguna lechera, carnear y colaborar en la recuperación de alguno de sus compañeros.-

En ese proceso de recuperación una mañana le llego la noticia que el grueso de la columna de Saravia estaba cerca de la frontera

- La revolución nos necesita – le dijo a un par de compañeros ya medio recuperados- tenemos que cruzar la frontera nuevamente
- Lolo, ni caballos tenemos aquí, cuanto menos armas. El único caballo es el petizo del barril y la yegua manca de arriar el consumo
- No importa, se comenta que mañana llegan heridos, tenemos que ir en esa partida
- Yo no puedo ni montar Lolo…
- Yo no me quedo, no deje mi casa y todo lo que tenia para hacer leña como una vieja

Asi dijo y salio de cabeza gacha derecho a comunicarle al doctor a cargo que se iba inmediatamente a unirse con la columna. El doctor Moreira quien estaba a cargo del hospital miraba desconsoladamente el corral donde estaban echadas dos de las escuálidas vaquillonas. La túnica antes inmaculadamente blanca tenia ahora manchas de todo tipo y colores

- Que suerte que lo veo Lolo, necesito que me haga un gran favor
- Yo vengo a hablar con usted
- Eso después Lolo, estamos en una situación desesperada, no tenemos animales para carnear. Sacrificar esos animales escuálidos seria en vano, usted es un hombre de a caballo, vaya por favor hasta lo del Coronel Joao y pídale de parte mía que me envíe algunas cabezas de ganado decente
- Pero doctor yo me voy con la revolución
- Por favor joven, es usted estupido o se hace. Mantener este sitio es parte de la guerra. Donde va a ir sin caballo y desarmado. Mírese los brazos y su cuerpo, debe de haber perdido 10 kilos y usted ya de por si era flaco
- ¡¡ Doctor ¡! Tengo las fuerzas suficientes para llegar hasta Acegua aunque sea de a pie
- Mire Lolo, la diferencia entre un optimista y un idiota es apenas una rayita fina…y usted la esta pasando. Lo mejor que puede hacer por la revolución es dar lo mejor de si en el momento que le toque vivir. Y ahora usted esta aquí, donde apenas tenemos para comer. Escúcheme – puso la mano sobre el hombro del joven- yo solo soy medico, no soy dios. La cura de las heridas es cosa de hombres no de dios, el solo nos guía por el buen camino, lo demás es cosa nuestra. Algunos extraemos las balas, limpiamos las heridas y suturamos los miembros. Otros mantienen en pie el lugar y hacen posible la tarea de los demás, ayúdeme con eso y estará ayudando la causa; conseguir alimentos, leña, velar por la seguridad es tan importante como lo primero y casi tan importante como ganar la batalla. Tengo doscientos compañeros heridos para curar, alimentar y velar por su seguridad. ¿puedo confiar en usted para que nos ayude?
- Si doctor, puede confiar en mi. ¿Como hago para llegar a lo del Coronel Joao?
- Tenga, esta carta la firmo el mismo General, llévese con usted al Mouriño, el lo guiara. Lo espero en una semana. Suerte

Dicho esto, el doctor salio presuroso rumbo a una de las carpas que oficiaba de quirófano, mientras entraba se acordó que hoy era su cumpleaños y que llevaba casi tres días sin comer “Tengo la corazonada que hoy recibí un regalo de cumpleaños- pensó para sus adentros- este mozo seguro no me falla, le sobra madera dura”-

viernes, 6 de noviembre de 2009

CAPITULO VII – “CERROS BLANCOS”

CAPITULO VII – “CERROS BLANCOS”


- Cae agua como baba de loco
- Es un disparate, llevamos una semana de lluvia
- ¿Cómo esta la tropa Coronel Lamas?
- El animo es bueno General, pero viene complicada la cosa por el frío
- Tenemos que socorrer a los que estén peor
- Ya dispuse con los jefes de cada división que tomen la previsiones General
- En mi carpa hay un par de ponchos, que se los lleven y se lo den a los que anden mas embromados
- Muy bien Mi General

Los dos lideres de la revolución conversaban mientras recorrían los diferentes vivacs del campamento revolucionario. Aparicio Saravia se guarecía del agua con un poncho de paño negro y el sombrero de ala ancha sobre los ojos. A su lado el coronel Diego Lamas guarecido con un capote militar montaba un picazo de frente blanca que escarceaba a cada paso.-

- Tenga cuidado Coronel que el picazo ese anda de lomo hinchado
- Este picazo es pura pinta, en realidad no mas que un maturrango, pero vio como es esto general, con la escasez de caballada que tenemos no da para andar eligiendo mucho.-
- Usted sabe Coronel que no me gusta esta posición que tenemos, con el Tacuarembo y el Negro crecido tenemos una posición vulnerable. Si nos rodean estamos liquidados
- Podemos bordear el Caraguata y tratar de salir rumbo a Acegua
- No me gusta Lamas… hay por lo menos un ejercito completo viniendo desde Florida. El viejo Meliton Muñoz tiene que haber quedado con la sangre en el ojo después de Cerro Colorado
- Entonces seria una buena idea rumbear al norte, hacia Rivera, aunque tenemos que tratar de no arrimarnos mucho al Yaguari… si Villar mando a cubrir los pasos del Rio Negro es seguro que mando gente al Yaguari y no han podido pasar.-
- Uno no sabe si son burros o se hacen los burros, solamente Villar custodia pasos con ríos crecidos… ahí esta el traidor de Justino Muniz y mi pobre hermano, que hombre zonzo que salió Basilicio…que quiere que le diga, vamos a reforzar la vanguardia y vamos a redoblar la marcha, incluso de noche… a mi me huele a gato encerrado… y el gato somos nosotros. Nos deben de querer rodear y aunque sean unos burros este es el lugar perfecto para que nos encierren. ¿Con cuantos soldados contamos Coronel Lamas?
- Contando la reserva y los desarmados somos dos mil quinientos
- Suficientes para hacerle la pata ancha a cualquiera, pero igual seamos precavidos. ¿Como andamos de armas y proyectiles?
- Casi nada mi General, después de Cerro Colorado estamos en situación crítica, he dado órdenes expresas de no disparar sino a menos de doscientos metros en batalla tendida. De todos modos deberíamos pensar seriamente en conseguir armas y proyectiles
- Razón de más para ser precavidos y rumbear para la frontera entonces. Tenemos que hacer contacto con los amigos para aprovisionarnos.-

Mientras así hablaban Saravia y Lamas, el ejército del gobierno tendía una emboscada con más de 15.000 hombres provenientes de cuatro ejércitos e importantes piezas de artillería.

El ángulo de noventa grados que forman el Río Tacuarembo y el Río Negro, ambos desbordados permitían al gobierno movilizando cuatro ejércitos prácticamente rodear completamente a los revolucionarios

Por el Norte cubriendo la salida hacia Rivera el general Villar, otrora derrotado en Tres Árboles disponía de seis mil hombres con seis piezas de artillería; por el este el ejército del General Arribio con cinco mil hombres, un parque de ametralladoras e importante artillería se movilizaba desde villa Artigas para frenar toda posible salida por las costas del arroyo Caraguatá hacia el este. Los pasos del Polanco del Rio Negro y de Pereyra los custodiaban el general Vázquez y Justino Muniz respectivamente con algo más de cinco mil hombres.-

Justamente en el paso de Pereyra sobre el Rio Negro, Basilicio Saravia, se lamentaba en privado por la suerte de hermano. Con su grado de Coronel del Ejército conocía muy bien el plan establecido. La suerte de la revolución estaba echada, y era en esa ratonera donde se jugaba su destino.-

Menos de un mes antes se habían enfrentado con el ejército de Meliton Muñoz cerca de Cerro Colorado en el departamento de Florida. El mayor poder de fuego del enemigo no había logrado quebrar en ningún momento la línea organizada por el Coronel Diego Lamas. Parapetados tras los terraplenes del ferrocarril mantuvieron casi un día la batalla hasta que la falta de proyectiles y la previsión de una campaña prolongada los hizo replegarse ordenadamente hacia el norte.-

En Montevideo estallaron los nervios de Idiarte Borda tildó de inepto e idiota a su ministro de guerra – “un salvaje analfabeto me esta haciendo hacer el ridículo y a usted parece no importarle general” habría dicho el tirano, para agregar luego “yo que usted me preocuparía un poco mas por el futuro”.-

Si bien el ministro se mostró indignado intentando hacer descargos basados en el honor, ni bien salio del despacho movilizó correos, arrestó jefes y presionó para establecer un plan que acabara con “el salvaje”. Este plan estaba por ponerse en práctica cuando promediaba mayo.-


El 12 de mayo las partidas de observación confirmaron lo que ya se suponía, el cerco se cerraba en torno a los revolucionarios, Saravia dispuso la columna de modo que se intercalaran en función de su poder de fuego.

El plan seguía siendo evitar el combate y tratar de ganar la frontera, es así que se marchaba con paso redoblado buscando la cobertura protectora de los valles. Al caer la tarde del día 13, mientras Lolo y sus compañeros acampaban a casi seis kilómetros del arroyo cerros blancos la noticia de un inminente encuentro al día siguiente corrió como reguero de pólvora entre los revolucionarios.-

Aparicio Saravia ideo una arriesgada maniobra, avanzaría en línea paralela al arroyo marchando hacia el este, tal cual suponían las fuerzas del gobierno. El General Villar había colocado unas pocas partidas visibles, tendidas en guerrillas, disimulando importantes fuerzas escondidas tras una gran cerrillada. Suponía que Saravia intentaría pasar por ese lado al verlo mas débil que el resto de las fuerzas del gobierno. Saravia mismo marcho la mañana del 14 de mayo al frente de esa vanguardia compuesta además por el comandante Mena de la segunda división, la 10ª de Fortunato Jara y la Poronguera, casi sin armas pero con buena caballada; No llegó a pasar mas de media hora de combate cuando el grueso de las fuerzas revolucionarias, donde se encontraba el mayor poder de fuego giraron 90º para atacar de lleno en el centro de las fuerzas gubernistas.-

Los jefes revolucionarios ocuparon el centro de la línea y encabezaron el ataque, la consigna era romper el cerco de alguna manera.-

El campo de batalla se torno un largo frente de más de ocho kilómetros sobre las márgenes del Arroyo Blanco con los cerros del mismo nombre por detrás.

Los disparos, en su mayoría provenían desde el lado del gobierno, los soldados revolucionarios que poseían armas de fuego eran menos de la mitad y tenían orden precisa del Coronel Lamas de no disparar a más de doscientos metros.-

La artillería del gobierno comenzó a diezmar la línea revolucionaria, si bien la maniobra del general Saravia había burlado el parque de artillería más importante en el que se incluían al menos un par de ametralladoras, el general Villar disponía en el centro al menos tres o cuatro piezas de artillería de campaña.-

A las dos de la tarde se quebró la línea del Comandante Mena que se habia tendido unos doscientos metros sobre la rivera norte del Arroyo Blanco. El flanco derecho comenzó a ceder, si se quebraba la batalla estaba terminada.-

- Se desbanda la división de Mena, si perdemos esa posición en el arroyo Blanco la única manera de asegurar la línea es resistiendo desde el bañado– dijo Cayetano Gutierrez al Coronel Gonzalez. Ambos se encontraban sobre una cerrillada distante unos seiscientos metros de la margen sur del arroyo blanco donde “la poronguera” era la reserva del flanco derecho.-
- Tiene razón Coronel. ¡Capitán! Mande a desmontar y vamos a tomar el bañado, mande dos hombres por fusil. Los demás de a caballo y prontos.-

El bañado en cuestión era una extensión de algo mas de un kilómetro de largo por cuatrocientos metros de ancho entre la rivera norte del Arroyo Blanco y un arroyito de cauce estrecho llamado Arroyo Seco. La gran cantidad de agua caída en los últimos días desdibujaba esos límites y hacían del bañado una ciénaga inundada. La altura de las totoras y el pastizal en muchos lugares escondían un hombre.-

Lolo desmonto y atravesó el arroyito con el agua casi en la ingle, no llevaba arma de fuego, tan solo el cuchillo caronero en la mano. A su lado corriendo su compañero cargaba un Rémington Patria con la bayoneta calada, rápidamente se internaron en el bañado mientras pasaban corriendo los últimos hombres de la división del comandante Mena.

En el desconcierto de la línea que amenazaba con quebrarse los hombres de “La Poronguera” rápidamente se mezclaron con hombres de otras divisiones o lo que quedaban de ellas.-

El Coronel Fortunato Jara apareció de la nada montando a caballo. - “¡Aguanten carajo, aguanten `por la patria carajo!”- A su lado, el Capitán Gabino revoleo una lanza con la bandera de la patria en la chuza. “¡¡Firmes carajo, que no crucen el arroyo!!”. Pero los gritos de nada valían ante el avance arrollador de la infantería del gobierno.

- ¡¡Síganme carajo, vamos a mandarle lanza a estos zumacos!!

Un campo anegado en muchos lados y barroso en otros es mudo testigo de lo que está por venir. Los dos bandos se lanzan uno contra otro en una larga franja de pocos cientos metros de ancho

El choque fue violento, Lolo nunca había cargado con una fuerza de infantería, acostumbrado al caballo se hallaba fuera de ambiente, incomodo, corriendo tan solo con su caronero en la mano, el largo cuchillo que acostumbraba llevar casi perpendicularmente a su pierna izquierda, justo por encima de la carona y por debajo el recado, le parecía corto cuando veía aproximarse la compacta y organizada línea de soldados de infantería del ejercito con los fusiles máuser y las bayonetas con forma de espada apuntado hacia delante.-

No miro para el costado, sentía el ruido de las botas de sus compañeros hundiéndose en el barro y el griterío para darse animo, el no gritaba, los labios apretados y la mirada fija adelante en la línea del enemigo que avanzaba fusil en mano, una nueva descarga, el silbido de las balas a su lado, el ruido sordo de la carne recibiendo el plomo, el sonido agónico del caído, ¿Cual seria su bala? ¿Cuantas balas serian necesarias para hacerlo caer?, balas que el no tenia, ni sus compañeros, - “la carne es mas barata compañeros” - había sido el grito del Coronel Fortunato, la línea no debía quebrarse, y allí estaban ellos para sostenerla.-

Diez metros, ocho metros, cinco zancadas mas de sus largas piernas, que extraño pensamiento, ¿como se llamaría el “zumaco” que había elegido para enfrentar?, se miraban a los ojos, ¿tendría familia?, tres zancadas mas, que extraña era la bayoneta, parecía mas fina y mas larga que las demás ¿por qué no lleva uniforme? dos zancadas mas, los ojos del enemigo no tenían miedo, el tampoco.-

El enemigo levanto el fusil he hizo caer la punta de la bayoneta hacia Lolo, a ultimo momento éste giro apenas el torso para impulsar su cuchillo, la bayoneta le rozo el hombro enganchándole la camisa, sintió el caño del fusil impactando contra su carne, echó todo el cuerpo hacia delante, el filo del caronero se hundió en la humanidad del enemigo, sintió como el acero desgarraba músculos y vísceras del desafortunado hasta que se detuvo en algún obstáculo que le tenso la mano.-

El impulso que llevaban los dos hombres los hizo chocar, Lolo no soltó la empuñadura de su arma, escucho el quejido de su oponente cuando los cuerpos se juntaron y el chasquido de la hoja de su cuchillo al quebrase. Con la mano izquierda instintivamente asió el caño del fusil enemigo, la resistencia del otro cuerpo cedió y juntos cayeron sobre el fango.-

Había pasado menos de un minuto desde el comienzo de la carga, con la línea casi quebrada, casi sin balas, se habían lanzado contra un enemigo que los superaba en número y que amenazaba con vencerlos.-

Atrás quedaba el viejo Coronel Fortunato arengándolos con su lanza en alto, le parecía haberlo visto caer, seria una infamia que una bala de un máuser se llevara una vida gaucha, guapa, victoriosa de tantas cargas como esta ahora, acero en mano.-

Miro el caronero quebrado, regalo de su padre, intento recuperar la hoja quebrada del cuerpo del enemigo, no tuvo tiempo de mas nada, ahí arriba ya tenia otro soldado buscando su carne, uso el fusil recuperado como una maza para desviar el ataque, lanzo una patada que impacto en el bajo vientre de su oponente, al caer este volvió nuevamente a usar el fusil como maza.-

¡¡ Lolo atrás, atrás!!- giró el fusil antes que su cabeza, el golpe lo sintió milésimas de segundos después de ensartar por el pecho el cuerpo del enemigo que le había descerrajado un tiro casi a quemarropa, el dolor en la cabeza y la oscuridad llegaron casi a la vez. Intento abrir los ojos, no pudo, sentía como lejano el griterío, un sabor dulzon en la boca y el pasto húmedo y pisoteado acariciándole la cara. A tientas busco el arma, lo único que encontró fue la hoja del caronero quebrado, se aferro a ella como quien lo hace a una cuerda para no caer.

Intento no dormirse, sabia que mientras escuchara las voces y sintiera el filo del caronero en su mano estaba vivo, el tiempo era interminable, lo pisaron dos veces, algo le golpeo su ya dolorida cabeza, un cuerpo cayo sobre el, intento apartarlo, no pudo, sus piernas no le respondían, el cuerpo que tenia encima no lo dejaba respirar, ¿cuánto tiempo mas aguantaría? Comenzó a perder el sentido y todo le pareció vacío, perdió la noción del tiempo, al cabo de un tiempo la presión sobre él aflojo un poco, a lo lejos escucho “este es de los nuestros y esta vivo”, sintió como le tomaban de los brazos y lo cargaban sobre un caballo, el galope lo hizo vomitar después no escucho nada mas y todo fue negro.-

Despertó horas después entumecido de frío y con un fuerte dolor de cabeza, llovía y era de noche, miro en derredor y ahí estaban sus hermanos mateando junto al fogón, habían además algunas cuantas personas mas. Un poco mas allá, en un rancho precariamente iluminado le pareció ver que entraban y salían personas, una de ellas le pareció ser el mismo General Saravia emponchado bajo la lluvia.-

- Donde estamos?
- Mira que saliste duro Lolo, te balearon la sesera y estas vivito y coleando – bromeo como siempre Juan Antonio
- No me acuerdo de nada – dijo Lolo tocándose el tosco vendaje en su cabeza – sentí un golpe en el entrevero y después nada mas
- Yo no te vi caer hermano, pero me dijo el Macario Sosa que te cargaste como a tres antes que te bajaran de un tiro.-
- Si me acuerdo que alguien me grito y después nada mas…
- Ese fue el Macario que vio como te estaban por fusilar por la espalda, dice que ensartaste un zumaco con la bayoneta y que por eso te salvaste que fueras finado. El zumaco herró el tiro y te rozo la sesera.-
- ¡ Y casi quedaste ciego Lolo! - grito un compañero de la misma división – pero como Tata Dios se apiadó de nosotros que íbamos a tener que llevarte a mear y esas cosas, te dejo ver de vuelta.-

Las risas no se hicieron esperar ante la ocurrencia aunque fueron apagadas por la voz del capitán – “mas respeto señores, hoy estamos velando un valiente y llorando varios compañeros caídos”

- Que paso Juan Antonio?
- Cayó el coronel Fortunato, el general Saravia lo esta velando en la pulpería, ahí donde ves las luces
- Nos corrieron Juan Antonio?
- Si, y tenemos suerte de estar vivos, al Coronel Lamas lo cosieron a balazos, dijo el Comandante Gutiérrez que nos rodearon cuatro ejércitos, como nueve mil zumacos. Están marchando de noche para escapar de la encerrona, nosotros nos quedamos en la retaguardia.-
- Toma Lolo, esto te quedo del caronero que te regalo papá, la empuñadura no la pude encontrar entre el barro, y este pedazo de hoja la tenias agarrada de tal manera que tuve que pedir ayuda para soltártela, el doctor no te quería vendar si no lo soltabas, tenia miedo que lo despenaras- dijo Brigido mostrándole lo que había quedado de la larga hoja, algo así como unos setenta centímetros – Capaz que le podes poner otro mango ¿no?

Lolo se incorporo medio mareado aun, todo le daba vueltas, la lluvia fría lo alivio un poco, despejándole la neblina a través de la que veía. Las costras de sangre en sus mejillas se continuaban en el pecho. Juan Antonio le tendió una lanza para que se afirmara. La vara de ñandubay le hizo recobrar la vertical y así caminar hasta el rancho donde se efectuaba el velorio.-

Los paisanos de rostros serios se mantenían en silencio en pequeños grupos en las afueras, dentro del rancho que un día antes había sido pulpería o almacén de ramos generales, sobre un par de mesas y dentro de un cajón de madera descansaba el coronel Fortunato.-

La frente serena, la barba desordenada y el traje negro que contrastaba con el poncho arremangado con el que arengaba a la división horas antes, todo eso dentro de las cuatro maderas del cajón.-

- “Dicen que hasta el mismo general Saravia lloro su muerte hoy” – dijo un joven de hablar pausado con modales de doctor de la ciudad- “así que llore nomás jovencito que hoy se nos fue un patriota”.-

Lolo lo miro y sin decirle nada salio despacio bajo la lluvia fría, allá lejos casi imperceptibles se dibujaban cual si fueran estrellas cientos de lucecitas, eran los fogones del enemigo, la batalla ni por asomo había terminado. Mañana sería otro día, quien sabe cuanta suerte tendría.-

martes, 20 de octubre de 2009

CAPITULO VI – “FORTUNATO JARA”

Después del encuentro entre los dos lideres de la revolución el grueso de la misma continuo su marcha, en tanto eso, la división del Coronel Núñez por orden de Duvimioso Terra y por interés propio del mismo coronel al que le costaba reconocer el liderazgo de Saravia y Lamas marcho con rumbo a Melo y después a su destino final en pueblo Artigas, casi sobre la laguna Merin.-

Es así que el cuerpo revolucionario no pasaba los tres mil hombres cuando apenas despuntaba el mes de abril.-

El coronel Lamas, militar de carrera hacia lo que podía para formar militarmente aquella masa compacta llena de valor y energía pero carente de disciplina militar y muchas veces con total desconocimiento del manejo de los modernos fusiles de repetición que se empezaban a usar en el campo de batalla.-

Las prácticas de tiro, sin disparar un tiro, aunque carezcan de sentido eran constantes en los breves descansos del ejército. Los oficiales debían de lidiar primero con la instrucción pero por otro lado con lo escasez de fusiles y proyectiles.-

“Lo importante al menos, -según decía Lamas- es familiarizar al soldado con el arma que puede recuperar en el campo de batalla del enemigo o del propio compañero caído”

Estaban en una de esas prácticas los tiradores de “La poronguera”, cuando se arrimo al fogón donde conversaba el comando de la división el Coronel Fortunato Jara.-

Este era un paisano bien plantado, de edad indefinida aunque debería andar por los ochenta años, alta la cabeza, melena blanca, la golilla oculta en su cuello de toro por una larga barba blanca enmarañada, de su cara apenas se veía la filosa nariz aguileña y unos enormes ojos negros. Casi en la nuca un sombrero de ala ancha con una cinta otrora blanca ahora casi amarilla en el que se leía “Oribe, leyes o muerte”

En mangas de camisa, erguido el tronco de anchas espaldas y pecho recio, poncho blanco arremangado sobre el hombro, los poderosos brazos tostados por los largos soles e interminables fríos parecían dos gruesas ramas escapando de un tronco de quebracho.-

Estribaba firme y largo como acostumbra el hombre formado en largas jornadas a caballo, el cuerpo ligeramente echado hacia atrás, casi al final del apero con que montaba un poderoso pangare, al que llevaba de rienda corta y pescuezo doblado. No llevaba mas armas de fuego que un viejo revolver sin canana ni cartuchera, apretado por el cinto.-

Cruzado en la espalda un enorme facón, casi del tamaño de un caronero, de hoja ancha, hecho según decían del sable con el que cayo su padre en campos de India Muerta al lado del mismo general Artigas.-

Cuando se arrimó al fogón, se incorporaron rápidamente todos los presentes y hasta el mismísimo Coronel González ensayo un solemne “Mi Coronel”

- Buenas tardes compañeros
- Buenas Coronel, gusta un mate
- Estaría bueno, ¿como va con sus tiradores Coronel González?
- Van aprendiendo, aunque usted sabe que yo prefiero siempre una carga a lanza como en la patria vieja Coronel Fortunanto. - al coronel se le conocía mas por su nombre que por su apellido
- Si tendremos cargas para contar, se acuerda en “Carpintería” con el General Oribe, ¡¡ hicimos temblar a los zumacos!!
- ¡¡ y en Caraguatá!! Cuando desbandamos a los gringos aquellos de penachos y les birlamos los cuatro cañones
- No me voy a acordar, quebré un tostado precioso regalo del mismo Dionisio Coronel, lindo pingo, lo había domado el indio Zenaque. Me acuerdo que el tostado se enredo en las ruedas del cañón y rodé entre la gringada con la lanza en la mano, ¡¡Casi me ensarto yo!!! Dijo el viejo coronel Fortunato riendo con toda su enrome humanidad
- Éramos unos mocitos Coronel, yo ni barba tenía
- Y mire ahora, somos unos viejos barbudos y barrigones – continuo riéndose el Coronel
- Pero duros como aspa de buey barcino
- Si señor, así es. Dígame Coronel, me dijo el Coronel Lamas que entre su gente hay alguno baquiano y de a caballo para hacer una bombeada por ahí
- Si señor, hay gente buenaza y bien de a caballo
- Voy a precisar unos diez, y que además sean buenos con el cuchillo. No puedo llevar de mi gente porque son todos conocidos en el pago y para este asunto son buenos los forasteros.-
- Tengo esa gente sin problemas, ¿quien los va a comandar?
- Yo mismo

El Coronel González se incorporo con dificultad y como quien en medio de un rodeo aparta el ganado, así miro en derredor suyo, en los fogones donde descansaba su división y en los piquetes de veinte hombres haciendo instrucción con los fusiles.- Tomada su decisión, se encamino hacia el grupo donde estaba la gente de VillasBoas, ahí estaba Lolo.- “Capitán, venga conmigo que tiene una misión con el Coronel Jara” dijo dirigiéndose al capitán Bethancourt.-

Una vez que hubiesen parlamentado casi por diez minutos, el capitán Betancourt volvió al fogón y dijo – “Vamos a ensillar que salimos en media hora, lleven únicamente lo imprescindible, no lleven fusiles ni lanzas, dejan todo con el Teniente Galain. Pascual y Nepomuceno – dijo dirigiéndose a un par de soldados bastante entrados en quilos – ustedes se quedan por aquí, los demás me ven en el fogón del coronel en quince minutos”

Sin dar tiempo a replica y con el gesto adusto Behtancourt se retiro a paso firme hacia el fogón del coronel González donde estaba éste junto al Coronel Gutiérrez y al mítico Coronel Fortunanto conversaban mate de por medio.-

Una vez montada la partida se presentaron para la revista frente al comando, el viejo Coronel Fortunato inspecciono uno por uno los caballos, aperos y vestimenta de la tropa, controlo los pertrechos y hasta la ropa de cada uno. Le hizo quitar la casaca militar “carcheada” Tres Arboles a uno y el sable a otro, cuando llego frente a Lolo le observo el trabuco de doble caño semi oculto en el recado.-

- Muéstreme el trabuco soldado
- Si señor
- ¿que munición tiene para cargarlo?
- Clavos picado señor
- ¿yesca?
- Si señor
- ¿lo lleva cargado?
- Si señor
- ¿Dónde lo consiguió?
- De mi abuelo señor, ya me salvo el cuero una vez
- ¿Cómo se llama usted soldado?
- Deolindo Recuero y soy de cuchilla de Villas Boas
- Esta bueno. Pero déjelo no sea cosa que se vuele una pata. Este es medio guri Capitan.-
- Respondo por el mi coronel – dijo el capitan
- Ta bueno entonces, siempre es bueno un mocito pa una galopeada de apuro.
Escuchen mozos, se comenta que por aquí anda Justino Muniz con una fuerza importante, tenemos que encontrarla y darle todos los detalles al General Saravia. Vamos a pasar por lugares donde somos considerados enemigos, y si nos agarran seguro somos finados antes que nos demos cuenta. Vamos a andar de noche y tratar de pasar desapercibidos de día.-
- Vamos a tener contacto con el cuerpo principal – pregunto el Capitán Bethencourt
- No capitán, solo si nos pechamos con Muniz, sino estamos solos. ¿Alguna pregunta señores?
- No mi coronel
- A caballo entonces.

La partida salio con el gallardo anciano al frente, haciendo caracolear el pangaré, la blanca cabellera se mecía sobre los anchos hombros.

En tanto se movía la columna revolucionaria al noreste con rumbo al arroyo Zapallar, la partida bordeó el arroyo Tupambae y marchó en línea recta hacia Melo, siempre marchando de noche y por lugares donde no fueran vistos por el enemigo.-

Después de casi dos días a caballo, cerca de los montes del río Cebollati, mientras descansaban en lo profundo de un pajonal, escucharon ruidos de caballos; acechando lo mismo que un animal cuando olfatea la presa, el Coronel Fortunato mando un par de hombres al borde del pajonal para traer información, con ellos fue Lolo para oficiar de chasque.-

Así procedieron, arrastrándose entre las pajas, lastimándole éstas sus extremidades y sus caras se acercaron hasta casi treinta metros de la columna que avanzaba con destino al Cebollati, eran fuerzas del gobierno mezcladas con paisanos de vestimenta informal, no podían caber dudas, ahí estaba la vanguardia del General Muniz.


- Vamos a mandar un chasque al general Saravia- dijo el Coronel ni bien se enteró de la noticia- hay que avisarle que el traidor anda por aquí, y por lo que me dice usted mocito no muy bien armado pero con buena caballada.-
- A quien quiere que mande mi coronel –dijo el capitán Bethencourt .-
- Vamos a mandar a un baqueano de la zona, buen amigo y afín a la causa. Siguiendo derecho a aquel montecito de talas, más o menos tres leguas va a encontrar unos ranchitos casi justo en un pajizal, pregunte por el negro Mario y dígale que quieren comprar un cuero de puma, pague con esta moneda de oro, le va a preguntar por mí, dígale que ando a caballo. Si hay peligro el negro le va a dar el cuero y nada más, si todo esta bien le va a convidar con un trago de caña. Recién ahí le dice que vaya con el general y que le diga que tenemos a Muniz en el Cebollati y que vamos a intentar detenerlo un poco.
- Si señor, Lolo monta a caballo que vas vos
- No Capitán, déjeme al mocito que lo vamos a necesitar para distraerle la caballada a Muniz – dijo Fortunato Jara mirando a Lolo
- Como ordene Coronel.
- Esta noche vamos a acercarnos al campamento, lo va a acompañar Torcuato, - dijo señalando a un indio de rostro anguloso y pequeña estatura- miren todo lo que tiene, cuantos caballos, como ordenan el parque, donde duerme Muniz. Confío en usted guri.-

Una vez llegada la noche, Lolo y Torcuato se desnudaron totalmente y embadurnaron su cuerpo con grasa de yegua y carbón, de esa manera podían nadar hasta la otra margen del Cebollati sin hacer ruido ni morir de frío. Se sumergieron en el agua helada. Cuando Lolo quiso dar una brazada el indio lo sujeto de la mano y le dijo casi en silencio – “a lo perro mijo” y nado solo con la cabeza fuera del agua impulsándose con los brazos por debajo como nada el perro.-

Una vez llegado a la otra orilla salieron del agua y treparon por la barranca sin hacer ruido, el campamento estaba en silencio, apenas los tizones de los fogones encendidos y algún fueguito en la periferia que delataba los centinelas.-

Debían ser unos quinientos hombres, la mayoría dormían en carpas de lona aunque algunos, los menos, se guarecían solo tapados con sus ponchos. La carpa de Muniz debía ser una grande, de color blanco en la que se habían apostado dos centinelas que fumaban en silencio.-

Casi unos seiscientos metros más allá, recostada contra el río por un lado y rodeada por un piquete hecho de lazos y varas clavadas al suelo estaba la caballada, cerca de seiscientos animales más algún ganado que serviría sin duda para el consumo.-

Custodiaban estos animales un destacamento de unos cuarenta hombres diseminados a lo largo del inmenso y precario corral. Los dos hombres se acercaron hasta casi la caballada misma, los animales los olfatearon recelosos pero pronto se acostumbraron a los dos extraños seres que caminaban entre ellos.-

Siempre entre las sombras se acercaron hasta casi tocar con la mano el parque del general Muniz, aquel consistía en tres carretas con toldo de cuero protegidas por diez hombres, la ausencia de un fogón en torno a estas declaraba la presencia de pólvora y proyectiles de fácil explosión.-

De la misma manera que llegaron, Lolo y Torcuato se metieron en el río y nadaron hasta la otra orilla donde dieron cuenta de la situación. Fortunanto escucho con atención y tomo la decisión de atacar esa noche. Esta vez junto a los dos comandos iníciales se unieron dos revolucionarios mas y el mismo Capitan Bethencourt.-

Llegaron nuevamente a la rivera del río que hacia las veces de corral, Torcuato cuchillo en mano fue el encargado de eliminar el primer centinela, el otro que dormía contra el fogón paso de un sueño a otro sin darse cuenta que estaba pasando.- Ya dentro del corral uno de ellos desenvolvió de un cuero un buen trozo de cebo de yegua y un montón de paja seca, entre las patas de los caballos los demás se acercaron a uno de los costados y cortaron los sobeos que hacían de corral, después un griterío y el incendio de la paja que asusto la caballada y provoco la estampida.-

El desconcierto fue total, los revolucionarios totalmente desnudos con el cuerpo tiznado y embadurnado parecían figuras fantasmales azuzando la caballada, en tanto eso pasaba, Torcuato tomo sus tres marías, las embadurno de grasa y las incendio. Luego de eso con un certero tiro de bolas incendio una de las carretas del parque. La explosión solo demoro un par de minutos.-

La caballada cruzo todo el campamento destrozando fogones, aterrizando carpas y destrozando huesos. Para cuando Muniz pudo darse cuenta de donde venia el ataque, ya los hombres comenzaban a nadar con todas las fuerzas de sus brazos, corriente abajo hacia la otra rivera del cebollati.

Con una antorcha encendida en la mano derecha el viejo Fortunto apareció en un claro de la orilla contraria distante unos cien metros rio arriba del cruce de los comandos ¡¡ Aquí estoy Justino traidor, hijo de una gran puta, soy Fortunato. Que viva la revolución y el General Aparicio!!

Algunas balas buscaron su carne mientras el viejo continuaba: “Alcahuete los copetudos, veni con el facon, veni y pelea como un hombre. ¡¡ Viva Chiquito Saravia juna gran puta” en tanto las balas buscaban al viejo que saltaba de un lado a otro revoleando la antorcha encendida los comandos ganaban la orilla protegidos por la oscuridad de la noche.-

Horas después, en medio del pajonal y sin poder encender una fogata delatora, ateridos de frío pero inmensamente felices por la acción los comandos buscaban entrar en calor pasándose una botella de caña blanca, el coronel Fortunato le tendió la botella a Lolo – “Tome guri, hoy se lo gano con creces”.-

Lolo empino la botella y un fuego le corrió por dentro haciéndole toser hasta lagrimear – “Entonces mi coronel, si me gane algo, con sumo respeto, en vez de decirme guri dígame soldado- Lolo hizo una pausa y luego mirando a los ojos al viejo comandante continuó - si usted cree que me lo merezco”.-

martes, 13 de octubre de 2009

CAPITULO V – EL FUSILAMIENTO

CAPITULO V – EL FUSILAMIENTO


Establecido el campamento en las costas del arroyo Tupambae mientras el estado mayor del general diagrama la estrategia a seguir de aquí en más un clima denso comienza a vivirse entre un par de comandantes que no desean someterse a la autoridad de Saravia y los que lo entienden como líder natural.

Por ahí esta el plan de guerra aprobado en el exilio en Buenos Aires, por aquí esta la realidad de la campaña en guerra.

Justino Muniz, caudillo blanco devenido en colorado acecha con sus fuerzas y es vital neutralizarlas. No todos reconocen la figura del caudillo – “No me gusta mucho el cotorreo que tienen el doctor Terra con el comandante Núñez” le comenta el Comandante Gutierrez al viejo José Gonzalez

- A mi se me hace que hay gato encerrado- respondió el viejo – que hará el Coronel Lamas?
- Lamas es un patriota, el doctorcito este no se, me da mala espina, y me da la impresión que Núñez anda de cuajo revirado – respondió Gutiérrez
- Acá no se puede dudar, la única opción es estar con el General, otra cosa es traición y solo traicionan los cobardes.
- Lo mismo pienso yo, coronel González, es muy fácil hacer la guerra sin arriesgar el pellejo. ¿le parece que tengamos una prosa con alguno de los otros jefes?
- Se me hace que si don Cayetano, déjeme a mi que me encargo de hablar con el viejo Muñoz y con Ciceron.-
-
En realidad el recelo de los comandantes de la Poronguera con Duvimioso Terra y el comandante Núñez venía de unos días antes de producirse el combate en Paso de Rubí y había comenzado por una “soncera” al decir de Juan Antonio el hermano mayor de Lolo quien había sido parte del incidente.-

El Coronel Lamas se había enterado, antes de cruzar el Río Negro hacia el sur, que en los campos de Ciriaco Sosa (fuerte caudillo colorado de los pagos de Durazno) había una caballada de gran nivel, no por la cantidad ya que no llegaban a la centena, sino por la calidad. Una vez mas confió la captura de los mismos a la gente de Ramón Galain entre los que se encontraban Lolo y sus hermanos.

Cruzada la caballada, Duvimioso Terra usando su influencia quiso apoderarse de un “reservado” cosa que le fue negada por el Teniente Galain a cargo de la partida, esto molesto de sobremanera a Duvimioso Terra quien envió al comandante Uran para que se hiciera con el animal.-

- Le ordena el Dr. Terra que entregue ese caballo inmediatamente, de lo contrario el le va a enseñar a obedecer - dijo Uran sin siquiera saludar al Coronel Cayetano Gutiérrez cuando estaba éste con su división.-
- Mire usted – dijo Gutierrez y se echo para atrás el sombrero – Digale al Dr. Terra que venga el mismo a buscarlo… ahí esta – señalando el brete de sobeos – y venga usted también comandante que los dos van a llevar. ¡¡ Galain!! Haga echar pie a tierra a los infantes y si vienen estos señores me los recibe a balazos sin mediar orden. ¡¿Comprendió!?
- Si mi comandante. Desmonten de a uno en fila!! Formen!!!

Los infantes aprontaron las armas y el comandante Uran retrocedió picando espuelas a su caballo.-

El episodio siguió luego cuando José F Gonzalez, enterado del echo por Gutierrez quien manifestó la decisión era irrevocable “los cago a balazos y después me retiro con mi gente” , increpó de dura manera a Duvimioso Terra.-

- Escúcheme Doctor, no me venga a presionar. Yo solo acato ordenes del Coronel Lamas que es quien me manda el día de la pelea, pero no de usted.-
- No le permito que me hable asi, le voy a instruir un sumario y le voy a hacer pegar cuatro tiros por insubordinado- exclamo Duvimioso Terra
- Que no le tiemble el pulso doctor, aunque si no fuera maula me los pegaría usted mismo – dijo extendiéndole su revolver

El asunto se zanjo con la intervención de Cicerón Marín. En el sumario posterior que Terra le instruyo a González éste tuvo solo un voto en contra, el del comandante José Núñez. El sumario no tuvo andamiento, pero el ánimo no era el mismo entre los comandantes de las divisiones.-

El campamento siguió enrarecido por las discrepancias entre el General Saravia y Duvimioso Terra al se agregaba la molestia del coronel Núñez con el coronel Lamas. Aparicio Saravia sostenía la importancia de desmembrar el aparato armado del general Muniz, con el apoyo de Lamas y la cerrada negativa de Terra que pugnaba por llegar a la frontera apoyado por Núñez quien a su vez solicitaba la incorporación de más armas de fuego para continuar la lucha.-

Enterados los viejos jefes revolucionarios del “candombe” que había, al decir de Basilio Muñoz, comisionaron a éste para que conferenciara con el General Saravia y le hiciera saber de las novedades. Después de un rato de conversación trivial Saravia como al descuido dijo

- Usted disculpe don Basilio, pero se lo ve medio preocupado...-
- Usted sabe que si General, hay un candombe medio raro con el Comandante Nuñez y el Doctor Terra…
- Me pareció que si…este doctor que no se bien como se pronuncia el nombre me quiso arrear con el poncho el otro dia…
- Se me hace General que a la gente que vino de Buenos Aires no le gustó mucho que el Coronel Lamas sea el segundo.

Saravia medito un segundo mientras armaba un cigarro y soltó una risa socarrona “amigazo,- dijo- esta claro que los leguleyos de la ciudad nunca entenderán nada, son como los tizones, sino queman tiznan. Vamos a ver como sigue la cosa, lo que es seguro es que vamos a tener que colar mucha grasa para hacer las velas”

Mientras esto ocurría en el campamento revolucionario, no lejos de ahí, sobre una cuchilla, Jacinto Urtamendia, veía llegar, receloso, a cuatro jinetes de divisa blanca que se aproximaban al trote corto a su estancia.-

Este era un establecimiento típico de campo, construcción de material, recia, de líneas rectas y aspecto rectangular. Dos bloques grandes de construcciones en forma de paréntesis rectos resguardaban en su centro un patio de ladrillos y un aljibe. A este patio daban todas las puertas de las habitaciones, en cada uno de los lados largos de ese rectángulo estaban la cocina y las despensa y en el lado opuesto los dormitorios; en cada cabecera, o lado corto el comedor principal y en frente la habitación de Urtamendia y su mujer. Los únicos accesos a este patio estaban protegidos por dos puertas de rejas de importante grosor.-.

Mas allá los galpones de la peonada, los bretes, los corrales y el tambo.

Urtamendia estaba solo con su mujer y sus hijas, protegiéndose de la guerra había mandado al capataz y los peones a llevar casi todo el ganado mas allá de la frontera según lo había aconsejado su buen amigo el General Muniz. El hombre simpatizaba con el partido colorado, cosa sabida en el pago. No era buena cosa que se aproximaran los cuatros jinetes blancos. Mandó para adentro a las mujeres y desde la puerta de rejas recibió a los visitantes, después de unos cabildeos el fondo del alma humana se hizo dueña de la situación.-

Después del caos y los llantos, de la violencia y la barbarie solo quedaron los despojos y el silencio, el doloroso silencio con el que se vela la inocencia perdida y se protege la vergüenza aislándola de la verdad.-

En el campamento revolucionario un Capitán llego y pidió permiso para hablar con Saravia, con el venia un vecino de rostro sombrío, el fue quien comunicó la horrenda noticia de lo acontecido en los de Urtamendia.-

Después de escuchar en silencio, Saravia ciego de rabia salió y ordeno formar para pasar revista, era el 30 de marzo de 1897, con todo el ejército formado partió sin más compañía que aquel vecino portador de la desgraciada noticia a visitar el establecimiento de Urtamendia. Al cabo de un par de horas regreso al campamento en compañía de la viuda de aquel.-

Al paso de los caballos recorrieron las filas de soldados hasta que sin dudar la viuda señalo hacia la formación del coronel Núñez. Un teniente fue el señalado por la pobre mujer. El General frenó su caballo y pidió al coronel que separara de la formación la persona señalada mientras confiaba a la pobre mujer al cuidado del doctor Ponce.-

En veinte minutos de interrogatorio se atrapó a los otros tres cómplices, todos fueron condenados a muerte sin más dilación.-

- Usted no puede condenar a muerte a esta gente solo por la acusación de una viuda y la forzada confesión de un hombre – dijo el coronel Nuñez intentando proteger al amigo de varias campañas.
- Yo puedo mas de lo que usted cree compañero, - retruco el general Saravia -Coronel Lamas, disponga la ejecución , no se pude hacer un corral con postes podridos.-

Los reos se formaron con los ojos vendados y las manos atadas, uno de ellos gimió pidiendo clemencia ante el general Saravia.

- De la misma manera le deben de haber suplicado esas pobres mujeres, al menos muera con la dignidad que no tuvo cuando vivió. Proceda Coronel, el tiempo es muy caro para las urgencias de la patria.-
- Si mi general.

Lamas camino unos metros hacia el capitán que comandaba el pelotón, una vez llegado ordeno – “Proceda a ejecutar a estas personas Capitán”. Los tiradores apuntaron y a la orden del capitán sonó la cerrada descarga, los cuatro hombres se derrumbaron, el silencio posterior a la descarga se podía cortar a cuchillo

– “Se acaba de fusilar a estos hombres, reos del delito de asesinato, violación y
robo – dijo el coronel Lamas a toda la oficialidad reunida – todos los que incurran en el mismo delito tendrán idéntica pena. Comuníquenlo a la tropa”

- No Coronel – dijo Saravia – no solo que lo comuniquen, ordene a la tropa desfilar frente a los cadáveres. Que todos entiendan que en este ejercito no hay lugar para los delincuentes.-

Los hombres desfilaron en silencio, de gesto serio, todos de a pie. Luego del desfile de la tropa, ya de noche, en el fogón de Lolo se comentaba el insuceso entre los hermanos y varios amigos

- El coronel dice que no se va a permitir el degüello de los prisioneros – comento Brigido mientras revolvía las brazas.-
- Hoy estuvo fiero – dijo Lolo - si hasta lloraba el pobre indio cuando lo tenían prendido, tan guapo que parecía. Buenas noches comandante - Cayetano Gutiérrez tranquilamente se había arrimado al fogón – ¿ gusta un mate? decía mi padre que ayuda pasar los malos tragos.-
- Es cierto – respondió Gutierrez - Un mate ayuda a pasar la vida, Lolo,… a pasar la vida. Ya vas a aprender.-

martes, 6 de octubre de 2009

CAPITULO IV – “LA FUSION”

Después de Tres Árboles, el Coronel Diego Lamas apenas se dio tiempo para enterrar los muertos. Sin dar descanso a la tropa ordenó moverse rápidamente hacia el norte, desviándose de la ruta original que lo debería llevar al pueblo de Santa Isabel, para vadear el Río Negro en el "paso de los toros" y así reunirse con el general Saravia.

Pese a que el animo de la columna estaba exaltado por la reciente y primer victoria contra el ejercito gubernista, el hambre y el cansancio hacían mella en aquellos hombres que habían mal dormido la noche previa al ataque y que luego habían combatido fieramente contra un enemigo superior en número y poder de fuego.-

Se marchaba en dos columnas, por un lado, a la izquierda el Coronel Núñez al frente de su experimentado cuerpo de infantería, por el otro a la derecha el coronel Lamas lideraba entre otras a la “Poronguera”, división con la que realmente simpatizaba por su arrojo en el reciente combate.-

La caballada que habían pasado Lolo y sus hermanos desde los campos de Larriera, ayudaba en algo a marchar rápidamente y aunque se montaba en pelo usando muchas veces el poncho como apero, siempre esto era preferible a marchar de a pie por falta de locomoción.-

Lolo y sus hermanos marchaban en silencio, al trote lento, sobón, encolumnados de a tres tal cual la orden dada por el capitán. El caballo asignado a Lolo luego de la pérdida del suyo en combate más que caballo parecía un burro. La impaciencia del muchacho pudo más que la prudencia

- Montado en este animal no voy llegar muy lejos Antonio
- Se me hace que no Lolo, seguramente es mejor que ir montado en un buey, no le parece aparcero
- Sabes que tenes razón, si queres cambiamos
- Se me hace que no, ¡Ta lindo el overito mío! – dijo Juan Antonio palmeándole el tuse a un overo patas negras de media alzada y remos poderosos.

Estaban en eso cuando el capitán pidió “un par de mozos livianitos y de a caballo”

- Yo soy livianito – dijo Lolo – lo que no tengo es caballo mi Capitán

El Capitán lo miro y sonrió, lo había visto cuando llego junto a la gente del Coronel González, todo tímido, allá en las costas del Arroyo Grande; lo vio mas hombre en menos de un mes hablando frente al comandante Gutierrez sobre la caballada de Larriera y luego, al otro día, ya en combate, sin dejar de ser apenas mas que un niño había sido un hombre cargando juntos llenos de furia y coraje. Le caía simpático el alto muchachito y lo sabía buen jinete.-

- Estas seguro de querer ir gurí – Lolo puso cara de ofendido - pero siempre es bueno un buen jinete en una partida. Veni conmigo.-
- ¿Y me consigue otro flete mi capitán?
- Usted Lolo por cambiar de caballo es capaz de pelear con Idiarte Borda

Las risas y las pullas no se hicieron esperar en el grupo, quebrando en algo el cansino silencio en el que marchaba la columna poronguera.-

- Bueno, además de este amigo al que no le gusta el flete, voy necesitar a cinco más. Van a marchar conmigo y vamos a oficiar de “bomberos”.-

Rápidamente se conformó el grupo, Lolo volvió a montar un nervioso caballo zaino cara blanca, escarceador, el que después de ensillado casi lo da por tierra, motivo de jolgorio para sus compañeros.-

El Capitán conferencio un momento con el Comandante Gutiérrez y se acerco al galope – “ al galope y conmigo” dijo con vos clara. Mientras se alejaban de la columna, en forma casi perpendicular comento en voz alta.

- Ramon Galain y su gente van a tomar la estación Francia y destruir las vías y el telégrafo, nosotros vamos a asegurarnos que no haya colorados en la vuelta ni fuerzas de gobierno. Vamos a separarnos para cubrir bien el terreno. Usted Lolo viene conmigo y el sargento, los demás van con el teniente. Teniente rodee la lomita y rumbee para el lado del Río Negro. Acérquese a la vía pero mirándola de lejos y después rumbeen al norte siempre cerca de la vía. No lleguen hasta la estación. ¿Entendido? No pueden llegar a la estación salvo expresa orden mía.-
- Si avistamos colorados a quien avisamos mi capitán – pregunto el viejo teniente guerrero de varias revueltas.-
- En eso iba Cipriano, si avistan una partida o el ejercito mismo se presentan con Galain y le dan la posición.-
- Entendido mi capitán.-
- Alférez Pérez – dirigiéndose a otro veterano de varias guerras – Usted ya tiene la misión, galope hasta el Salsipuedes con su grupo y establezcan una guardia cerca de la picada. Si ven preparativos o gente del ejercito manda un parte directamente al comandante Gutiérrez
- A la orden mi Capitán.-
- Bueno, a galopar compañeros.-

Los tres grupos salieron al galope con rumbos diferentes y definidos, los líderes de cada partida sabían perfectamente como hacer y la importancia que la tarea de espiar o “bombear” al enemigo. El galope tendido cerca de sus líneas se transformaba en un trote chasquero cerca del objetivo y luego un sigiloso paso con el equino de la rienda siempre buscando los desniveles del terreno.

El grupo de Lolo cabalgó casi toda la noche por el agreste paisaje al norte del Río Negro. Solo se detuvieron una vez al pasar una cañada para ajustar sus aperos y dar de beber a los caballos, después continuaron hasta que la salida del sol los encontró casi sobre la estación.-

Ya sin la protección oscuridad de la noche los jinetes ahora si comenzaron a buscar las partes del terreno que les dieran la ventaja de ver y no ser vistos. Un montecito de talas por aquí con sus espinas capaces de perforar una bota, un chircal espeso por allá, una pequeña quebrada y la constante de la línea de los rieles del ferrocarril.-

A diferencia de las noches anteriores, en que la que niebla un día y la llovizna otro los había helado hasta calarle los huesos, la noche que dejaban atrás y la madrugada que los recibía se presentaba si no calida, al menos exenta de frío.-

El suelo mojado por el rocío humedecía los cascos de los caballos y los humedeció a ellos también al pasar el último parapeto natural que los separaba de la estación. Un pajonal sobre un bañado que escoltaba una cañadita de lecho pedregoso y cauce estrecho. Los jinetes se apearon y se adentraron en el pajonal extremando los cuidados, mojados hasta casi los genitales avanzaron con el cuchillo en la mano, cortando las filosas pajas que les laceraban los brazos. El peligro de los ofidios, la temida mordedura de la crucera o los dientes de algunos de los pocos felinos que perseguidos y casi extintos se refugiaban en estas guaridas naturales los hacían avanzar extremadamente concentrados. Casi al llegar al extremo opuesto del pajonal pudieron observar claramente el objetivo, distante casi doscientos metros.-

La estación era un conjunto de construcciones, algunas de mayor porte, de paredes gruesas de ladrillo y techos de lata a dos aguas pintados de rojo, frente a ella, cruzando la vía un par de ranchos de adobe y techo de paja flanqueaban un ombú añoso. En línea paralela a la estación otra construcción de material de líneas rectas, puertas y ventanas pequeñas con fuertes rejas. Parecía injertada en medio de una quinta en la que sobresalían las zapalleras de gruesas hojas, un papal ralo y abundante, y la maraña de los boniatos casi al costado, por otro lado tres o cuatros limoneros, algún duraznero y algunos jazmines.-

Los postes del telégrafo depositaban sus alambres en la primera de las construcciones de techo de lata donde en forma perpendicular al andén descansaba un caballo atado a un palenque.-

- No se ve gente- dijo Lolo
- Pero hay – retruco el sargento- ese caballo atado es de un milico, mírele el recado.-
- Si- tercio el capitán – Es de un “montado”, debe ser de la caballería de Paysandú, combatieron antes de ayer, debe andar una partida por aquí cerca. Sargento, encuentre a Galain y dígale que extremen las precauciones. Lolo, usted busque al otro grupo, que debe venir por el otro lado de la vía y que se vengan para acá, vamos a asegurar esta posición.

Los dos hombres se metieron nuevamente en el pajonal mojándose nuevamente con el agua fangosa para luego montar y salir sin hacer el menor ruido.-

Lolo con un galope sobón aprovechó la cobertura que le daba una lomita y luego una cerrillada para atravesar la vía casi unos seiscientos metros mas allá de la estación, siempre rumbeando hacia el Río Negro cabalgó casi media hora hasta que alcanzó a ver la partida en cuestión.-

Después de asegurada la estación y destruido el telégrafo y las vías el campamento revolucionario acampo a orillas del arroyo Pororó, para el otro día tomar Santa Isabel.-

En el poblado, Lamas descubre que el gobierno ha enviado seis mil hombres los que desembarcaron en la estación Molles (distante apenas seis leguas) al mando del mismo Ministro de Guerra en persona.-

El Coronel Lamas hizo descansar la tropa, el buen ánimo reinó en el espíritu de los revolucionarios, siempre bordeando la protectora costa del Rio Negro la columna avanzo hacia el norte. Estaba claro que por alguna razón el General Saravia no había podido llegar a Santa Isabel de Paso de los Toros.-

La costa del río, con su monte tupido, muchas veces casi virgen para los ojos inexpertos era una de las fortalezas con las que contaba la revolución.

Brigadas de exploradores, “bomberos” al decir campero se adelantaban y marcaban el camino a seguir, buscando el mejor paso entre el monte o la “picada” para pasar el grueso del ejército.-

Atravesaron el río hacia el sur sobre “ la picada de Ramón Escudero”, evitando así el arroyo Carpintería Grande, ya del lado sur tuvo noticias Lamas que una avanzada del ejercito desembarcado en Molles venia a marchas forzadas con la misión de interceptarles el paso. Dispuso entonces que una brigada se adelantara y enviara correos que anunciaran con tiempo los movimientos del enemigo.-

El 25 de marzo en el Paso de Rubí sobre el arroyo Las Cañas el coronel Lamas envía una vez mas a la Poronguera a la vanguardia del ejército, sobre la rivera misma del arroyo donde se preveía una fuerza enemiga cercana a los 1500 hombres.-

El terreno de piso fangoso, con exhuberancia de pajonales y monte tupido hace que se desplieguen guerrillas por parte de los dos bandos, los tiradores de La Poronguera realizan el primer asalto acercándose hasta casi 200 metros de las líneas enemigas, las que después de un largo tiroteo intentan un movimiento envolvente tratando de golpear el flanco por un lado y cortar una posible retirada por la otra.-

El Coronel Lamas, fino estratega, descubre la maniobra y la superioridad de fuego del enemigo. Manda entonces a la infantería del Coronel Arrue a proteger la retirada con fuego de cobertura mientras que los lanceros de La Poronguera cargan sobre el parque enemigo para así distraer fuerzas.-


Comanda la carga José F. González, sus mas de 130 kilos casi no se notan sobre el tordillo que escarcea sobre el campo, les recuerda a sus hombres de donde son y la estirpe de cada uno, los conoce a todos, el griterío es ensordecedor cuando cargan en masa sobre el pajonal. Junto a ellos va la caballería de Cicerón Marín y su enorme barba blanca.

Las fuerzas del gobierno dudan y desalojan la posición ante la carga cerrada, el objetivo esta cumplido, del resto se encarga el Coronel Arrue administrando las pocas balas con que cuenta el ejército revolucionario.-

Lamas cruza el arroyo Las Cañas antes los vanos intentos de las fuerzas del gobierno de cortar su retirada.-

De a poco, batalla tras batalla, la heroica división de los Coroneles Gutiérrez y González va sellando su destino de coraje y bravura que la harán legendaria.-

Con la retaguardia cubierta, Lamas va camino a Cerro Largo, Ramon Galain, chasque enviado especialmente por el Coronel Lamas ya trajo la mala nueva, cayo estoicamente Chiquito Saravia y la buena nueva, el General Saravia lo espera cerca del Arroyo Tupambae.-

Lolo cabalga en el grupo del Coronel Gutiérrez, casi no participó en el Arroyo Las Cañas. Pese a cargar con su división el desbande del enemigo sobre el paso y la orden de no realizar persecución los hizo volver grupas hacia el tronco de la columna revolucionaria y proteger el flanco.-

Días más tarde, en las inmediaciones del arroyo Tupambae se produce la fusión de las tropas insurrectas.-

El general Saravia vestía con sencillez paisana, bombacha y torera negra, camisa de género del mismo color, botas de caña alta hasta la rodilla. No llevaba sable, ni insignias, estandartes o bandera, en el sombrero negro resaltaba la cinta blanca con la leyenda “Por la Patria”.En tan austera vestimenta se distinguía un revolver en una cartuchera ubicada a su diestra y daga con mango de guampa cruzada en la cintura. Montaba un zaino malacara de gran porte, y usaba rebenque de sotera ancha.

El apero era sencillo, exento de platería, cómodo. Quien lo viera sin saber su nombre lo confundirla fácilmente con un tropero llevando rodeo. Quien lo mirara a los ojos, descubriría que esa mirada hipnotizadora, subyugante, firme, llena de convicciones no podía ser otra que la del líder de cuatro mil almas que se juntaban para reivindicar sus derechos y las libertades civiles.-

El abrazo con el Coronel Lamas fue el de dos viejos compañeros. Lolo, subyugado en su inocente juventud, observaba desde lejos.

Ahí estaba el legendario Coronel Lamas, militar de carrera, exitoso estratega, con todos los honores y la confianza de la junta de guerra en el exilio apeándose de su caballo, descubriendo su noble cabeza y con el blanco quepi en la mano saludar al caudillo de gestos humildes. Este también desmonta, descubre su cabeza y le tiende la mano. Lolo se estremece, la palabra compañero lo engloba todo, siente que ahí mismo, junto a ellos esta la sombra del general Oribe y de Timoteo Aparicio.

Observa a los viejos generales de Timoteo, todos de cabeza descubierta, sombrero en mano; Ahí esta con su barba blanca y su altura imponente el general Jerónimo de Amilibia jefe de la infantería, el mismísimo José F González amigo personal de Timoteo y comandante de la Poronguera, Don Basilio Muñoz padre montando como cuando joven junto al general Oribe, haciendo caracolear un morito don Agustín Urutubey brama - “¡viva la patria ¡” respondido por Nicasio Trias que hace flamear la bandera junto a Celestino Alonzo.

Son los viejos jefes del partido blanco unidos por el General Saravia, el ejemplo de bravura y convicción es como un reguero de pólvora entre la juventud que multiplica esa fuerza en las casi cuatro mil almas que rugen cual león embravecido.-

miércoles, 30 de septiembre de 2009

Capitulo III.- "TRES ARBOLES"

CAPITULO III – “TRES ÁRBOLES”

Decidió vadear el río en la mañana, luego de desensillar, ato del cabresto al ruano y se dispuso a pasar la noche a la orilla del río, sobre el pequeño arenal. Seria una larga noche, no se atrevió a prender el fuego por temor a ser descubierto por el enemigo o confundido por los suyos, una vez le habían contado como hacer fuego en un pozo, pero de la teoría del cuento a la práctica feroz de las últimas horas había muchas leguas de distancia.-

El nocturno sonido del monte estremecía al más templado. De a ratos se escuchaba algún bramido de un animal en celo o el ruido de los carpinchos metiéndose en el agua, ejércitos de luces fosforescentes centelleaban en la tupida vegetación casi selvática de la costa del Río Negro. A pesar del cansancio no pudo dormirse, un poco el frío, otro poco el miedo lo mantuvieron despierto.

El amanecer lo encontró con los ojos como plato escudriñando aquí y allá, alerta como un animal acorralado, por mas que sabia que estaba a salvo en aquella picada, cualquier movimiento en falso podía alertar al enemigo que sin dudas habría acampado a orillas del monte para buscarlo.-

Cuando clareo, después de quitarse las botas y semi-desnudarse, hizo una especie de atado con el poncho y lo puso bajo el brazo. Monto y con un golpe de talones en los flancos del animal se lanzo al agua. El ruano dudo un poco pero hábilmente comenzó a ganar el medio del río. La picada era muy poco conocida y no de fácil paso, en esa parte, muy cerca de la desembocadura del Río Yi, el Río Negro era más bien ancho, aunque poco profundo. Avanzó fácilmente unos metros, cuando vio que comenzó perder pie Lolo guió el caballo unos metros corriente abajo en forma paralela a la costa palmeándole el tuze para animarlo o el cogote para guiarlo, al rato el ruano ya afirmaba sus patas en el lecho del río ganando poco después una playita barrosa en la otra orilla.-

Una vez llegado a la otra rivera acomodó el apero, se vistió y luego de montar puso el ruano al trote en forma paralela al río buscando la salida, no necesitó encontrarla, de la espesura aparecieron un par de hombres. Uno de ellos tendría unos 50 años, petiso, ancho, de profusa barba que hacia casi indefinida su boca. El otro más alto, barbudo también, parecía mas joven. Este llevaba un revolver de volcar con el que apuntaba. Los dos llevaban una cinta blanca en el sombrero-

- Desmontá despacito guri, ando de gatillo celoso - dijo el del revolver
- Si señor – dijo Lolo desmontando sin dejar de mirar a los hombres –“soy de la gente del comandante Cayetano Gutierrez, vengo siendo perseguido por una partida del gobierno”
- Quien lo dice mocito?
- Me llaman Lolo Recuero, soy de Cuchilla de Villas Boas, estaba con la partida del sargento Rufino Correa, tengo que hablar con el comandante, el me conoce. También están mis hermanos por ahi”
- Entonces va a venir con nosotros mocito, si es quien dice ser no pasa nada, si no….. ¿Qué paso con los demás?
- Nos sorprendieron señor y mataron a todos creo , solo quede yo.-

Los dos hombres llevaron a Lolo ante el comandante Gutierrez quien escucho el relato de la acción pasada. El Comandante era un hombre que al decir de su gente oía con reposo y miraba fuerte. Hablaba poco, bastaba solo una mirada para avergonzar a un cobarde como para honrar el coraje.

- Y dice que se anima a cruzar y traer esos caballos?
- Si señor
- Usted que opina Valentín – preguntó a su segundo, Valentín Galain, primo hermano de Lolo
- Seguramente se las trae, a este mozo lo conozco desde cachorro, es de palabra -
- Cuanta gente necesitara para pasar esos caballos?
- Con mis hermanos y mis primos ya somos un malon mi comandante- se apresuro a decir Lolo ante la carcajada estrepitosa de todos
- Que así sea ¡Sargento Galain! – dijo dirigiéndose a Ramón Galain , hermano de Valentín - Usted va cargo de la partida, junte 10 hombres. No necesito explicar lo que vamos a necesitar esa caballada.-
- No señor – respondió Galain.


Los hombres salieron de la carpa palmeándole el hombro al adolescente devenido en hombre por el peso de los hechos, Lolo se sintió henchido de orgullo, en los fogones se comentaba el hecho del día, y el era el protagonista.-

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¿De donde salía la fuerza arrolladora de estos jóvenes que incendiaban la campaña? ¿Que motivaba a estos hombres a dejar el esfuerzo de tres generaciones, sus propiedades, sus mujeres y sus vidas? ¿Cual era el cerno de esa madera que todo incendiaba y dejaba brazas encendidas por doquier?

El trece de octubre de 1894, fallecía a los 50 años don Juan Antonio Recuero el padre de Lolo. La partida de defunción establecía un fallecimiento por “bronco neumonía crónica”, avalada por el doctor Gregorio Reguera y González.-

Cuatro años antes de su muerte, junto a un grupo de hacendados liderados por el viejo caudillo nacionalista José F González, Juan Antonio se había manifestado a viva voz frente a la jefatura política en la Santísima Trinidad de los Porongos por un fraude de opereta en el que había triunfado la lista del partido colorado en “una lucha de uno contra cuatro y llena de dificultades” según rezaba el comunicado oficial.-

De ahí en mas, la persecución y las faltas de garantías que reinaban en todo el país gobernado por la elite colectivista de Julio Herrera y Obes que se perpetuaba en el fraude y el sable se sintieron en la estancia de Juan Antonio el padre de Lolo, así como en las de otras familias de filiación nacionalista.-

Muerto Juan Antonio, sus hijos, aconsejados entre otros por sus primos y amigos, y las fuertes amistades de su padre, entre las que se encontraban don José F González y Francisco Solano Álvarez entre otros, rumiaron su rabia, mostraron su luto y mordieron fuerte el freno esperando la ocasión propicia para defender sus principios.-

En los pagos de la 6ta sección de Flores, y especialmente en la zona de “La Cordobesa” el descontento de la gente se acrecentaba, el líder natural de esa zona era Cayetano Gutierrez; éste y su segundo, Valentín Galain habían conformando una pequeña fuerza de guardia civiles y gente de la zona esperando el levantamiento que se palpitaba en cada casa, ahí estaba cada tanto Lolo acompañando a sus hermanos mayores cuando ellos lo dejaban ir. Se volvía a levantar la vieja bandera de su padre, que a su vez la levanto del suyo y por tanto de su abuelo quien la honró con el General Oribe y los viejos defensores de las leyes.-

La ocasión de servir habría de llegar el 2 de marzo sobre el paso del Calatayud a escasas leguas del solar paterno de Lolo donde los revolucionarios interceptaron la comunicación entre Durazno y Flores, al otro día, al amanecer, desde los suburbios de la Santísima Trinidad de los Porongos la columna revolucionaria marchó en busca del Coronel Lamas quien debería desembarcar en el puerto de Rosario.

De ahí en más, la llamarada de la revuelta blanca se extendió por toda la campaña movilizando familias enteras, ¿quien miraba el costo?, era la Patria quien llamaba!!

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Tres días después de la comparecencia de Lolo frente al comandante Gutierrez, ya con la caballada en poder de los revolucionarios el ejército del General Lamas comenzó a avanzar hacia el noreste con intención de plegarse al ejército que desde la frontera con Brasil comandaba el General Saravia.-

Lolo cabalgaba en la retaguardia del ejército, había cambiado de caballo dejando el ruano por un caballo alazán de gran alzada y cuartos poderosos. Según su primo Valentin “ un premio merecido por gaucho y soldado destacado”.-

La madrugada del 15 de marzo lo encontró junto a su primo y tres de sus compañeros bajo el mando del capitán Coralio Bethencourt vadeando el arroyo Tres Árboles con intenciones de estudiar e informar al comando revolucionario los movimientos del ejercito del gobierno. El General Lamas entendía que el General de Brigada José Villar, jefe del ejército gubernista intentaría cortar el paso e impedir el encuentro con el general Saravia. El asunto era donde, para saberlo dispuso de varias partidas de observación. Esta era una de ellas.-

Luego de todo un día de recorrida volvieron las partidas, a las cinco de la tarde, el General Lamas ya tenía sobre la mesa de trabajo una descripción detallada del enemigo así como el esbozo de un plan de batalla. El gobierno había hecho llegar por ferrocarril un cuerpo del ejército compuesto por dos batallones de Cazadores y uno de Caballería totalizando más de 1300 hombres y estos se movían hacia el Paso Hondo del arroyo Tres Árboles.

El 17 de marzo amaneció nublado, el espeso silencio del monte, totalmente ausente de sonidos presagiaba la batalla. Así como el general Lamas había dispuesto sus partidas para espiar el enemigo, el general Villar también había hecho lo mismo; confiado en su superioridad numérica y de armamento atacó con fiereza el paso hondo al amanecer.-

El silencio fue quebrado por la tupida descarga de la infantería gubernista. El cazador resulto cazado, desde la orilla norte del arroyo Tres Árboles la Urbana de Flores respondió con fuego graneado, el combate se torno feroz; Sable en mano y revolver en la otra cae el valiente comandante de la Urbana; Valentín Galain toma su puesto y arenga a seguir disparando.-

El comandante del batallón atacante ordenó calar bayonetas y desalojar a los revolucionarios de las márgenes del paso, las cristalinas aguas del arroyo bebieron sangre oriental.-

La defensa de la Urbana amenaza con quebrarse, la superioridad del armamento del gobierno se hace evidente. El General Lamas ordena reforzar la defensa, el batallón “Leandro Gómez” es enviado para quebrar el avance del gobierno, el choque es feroz. El combate se torna cuerpo a cuerpo, bestial, casi animal. Las bayonetas chocan contra los sables y las lanzas. Las viejas tres marías se estrellan contra los fusiles y a su paso destruyen dedos, huesos, caras.

La violenta carga hace retroceder las líneas del gobierno, los revolucionarios logran contener el primer ataque. Los batallones de cazadores se reorganizan, el avance continúa, sin tregua, sin pausa. El coraje copa la banca y se impone, el olor a pólvora dilata las narices e irrita los ojos, se mezcla con el dulzon sabor de la sangre y esconde el agrio olor a miedo.

El tiroteo continúa entres las fuerzas tendidas a cada margen del arroyo. En tan poca distancia que los separa los orientales de ambos bandos, caen como espigas de trigos cegadas por una hoz de disparos. Así cae valientemente Valentín Galain, - “ ¡¡ no se quiebren carajo, que no pasen !!- alcanza a gritar; el fuego feroz continúa, cada cual se parapeta como puede, el tiempo pasa pero el enemigo no.-

Se confunden las voces. Los heridos se multiplican en las fuerzas del gobierno, Lamas intuye la victoria y planea el golpe de gracia. A falta de tiradores le sobran jinetes, a caballo como tantas veces los herederos de las viejas montoneras golpearan el flanco izquierdo del enemigo. La caballería de “La Poronguera” es la encargada de la acción.-

Entre esos hombres curtidos, herederos del bravo Timoteo, esta Lolo, el sable que lleva en la mano esta manchado en la empuñadura con la sangre de un compañero caído en la refriega desde las barrancas, se manchara ahora con sangre enemiga. No hay tiempo de mirar al costado, por ahí debe ir su hermano Brigido, como siempre a su lado. Un poco adelante ve a Juan Antonio, el hermano mayor blandiendo la corta lanza de su padre.

Cruzan el arroyo ante el fuego enemigo, desde la barranca la infantería revolucionaria realiza fuego de cobertura. Las balas silban por sobre la cabeza confundiéndose con las balas enemigas que buscan carne revolucionaria. El enemigo no retrocede, un soldado negro, grandote, valiente como pocos carga a pie contra Lolo y entierra la bayoneta en el pecho del alazán, el noble animal no se detiene, se para de manos y relincha, Lolo lo castiga en los cuartos a la vez que hunde las espuelas en los flancos, el negro cae arrollado por los cascos del animal. El valor no tiene ni tendrá divisas.

El General Villar ya perdió la sorpresa y el peso ofensivo de sus nuevas armas, ahora el combate es como en la patria vieja, de a caballo y sable en mano. Caen las tácticas napoleónicas con que los generales de escuela planifican la acción y se pasa a pelear en un feroz entrevero como en las patricias montoneras.

La caballería revolucionaria es una rara mezcla de gauchos vestidos a la usanza típica, otros llevan casaquillas, otros los que desertaron al ejército usan uniforme. Todos llevan la cinta blanca en el sombrero. Lo común es el arrojo, pelean por su causa, por sus muertos y por sus vivos. Un padre carga junto a su hijo y junto a su hermano, si uno de estos cae la carga no se detendrá, habrá tiempo después para llorar los muertos que honraron la divisa.-

Los doctores citadinos se inflaman con el ardor del gauchaje, en sus emociones mezclan la admiración y la envidia. La Poronguera mantiene la carga. Es una maza compacta que se lanza en la rivera occidental del arroyo Tres Árboles, un alférez moreno con divisa blanca en su frente blande el sable sobre la cabeza de un oficial que se para firme sin retroceder un paso, su oscuro escarceador, orgullo de toda la costa de Chamangá se abalanza y corta el aire con sus remos; por un momento los sables se confunden, nadie puede cuidarse la espalda. Lolo alcanza a ver como Juan Antonio se debate a pie, girando con su lanza frente a tres bayonetas, no lo duda, lanza el caballo derribando suyos y contrarios, cae el alanzan desangrado en el pecho, buen caballo, aguantador hasta el final, salta el jinete como un puma desesperado, el sable en la mano derecha, la daga en la izquierda, cae el enemigo sin saber de donde vino el acero. Se confunden los otros dos, pierde el fusil el primero al contacto de la lanza cuando se le hunde en el pecho, el restante no lo duda y escapa del entrevero.

Se quiebra el enemigo y se dispersa trepando una pequeña loma, el parque de municiones queda a merced de los revolucionarios. El General Villar no da crédito a sus ojos, a caballo intenta detener la dispersión, busca limpiar el honor arrojándose y arengando sus hombres contra las líneas revolucionarias, mas tarde escribirá a Idiarte Borda, el tirano, “busqué redimir mi honor muriendo en batalla” no encuentra la muerte.-

Pasan las dos de la tarde y el clarín del gobierno anuncia la retirada, desencajado el estado mayor gubernista ve como el parque cae en manos revolucionarias, son más de 500 fusiles máuser, 100.000 tiros y una carreta llena de uniformes.-

Pasado el combate solo queda el silencio quebrado por quejidos y lamentos, ahí esta Lolo junto a su hermano Juan Antonio, la camisa húmeda de sangre y sudor, los músculos aun tensos, leve temblor en las manos, el corazón escapando del pecho.-

La calma trae dolorosas revelaciones, el arroyo ha quedado cubierto de cuerpos que se agolpaban a ambas márgenes. Soldados del gobierno y soldados de la revolución se entremezclaban en forma morbosa, macabra y hasta si se quiere obscena.-

El general Lamas en persona aparece a caballo desde su puesto de comando, con el viene su estado mayor, algunos de los comandantes muestran en mayor medida el paso del combate. Los rostros exaltados celebran la victoria-

Lolo, de a pie, como un autómata recorre los despojos de la batalla, metros adelante, sobre la barranca esta Valentín Galain, la cara destrozada por los proyectiles, a su lado, increíblemente con el pecho cribado a balazos el buen Francisco Solano Álvarez, comandante de la Urbana de Flores mantiene empuñado aun el sable con el que había arengado a su heroica división.

Valentín, el primo Valentín, el de mas coraje entre los corajudos, el mas servicial, ahí está de ojos muy abiertos y nuca contra la barranca.-

Lolo se arrodilló y le bajó los parpados, los juveniles ojos se le llenaron de lágrimas al tener entre sus manos el primo muerto. Como si fuera un niño quiso cargarlo en brazos pero su hermano Juan Antonio se lo impidió –“Lolo, ahí viene Ramón. Y no me llore compañero que un hombre no llora”

Ramón Galain se apeó masticando el dolor por el hermano muerto, por un instante no pronunció palabra alguna hasta que el oficial templado se antepuso al hombre dolorido, hincho el pecho y mirando a todos dijo con voz roca:

- ¡¡ Párense firme señores y no se lamenten, que no hay más honor que morir por la patria!!

viernes, 25 de septiembre de 2009

Capitulo II.- EL RIO


CAPITULO II. EL RIO

Había galopeado todo el día con la partida golpeándole la espalda, tenía poco caballo y lo sabia. El cuerpo echado hacia delante, las piernas encogidas, sueltos los estribos que golpeaban el cuerpo del animal. Las riendas tomadas cortas, tocando muchas veces las orejas del noble animal que se estiraba con un sordo golpetear de cascos. La culata del trabuco, metida bajo los cojinillos le acariciaba el pecho.-

La tarde, vencida ya, mostraba la sangre derramada por el sol sobre cuando besaba la tierra. El continuaba con la mirada clavada en el horizonte, con tenacidad, como queriendo hacer aparecer como por arte de magia el verde oscuro del monte o quizás una partida o alguna columna amiga. –“Por ahí cerca deben de andar”.-

El ruano entrego una mano, y si no rodó fue por la habilidad del jinete que con mano férrea  lo levantó en el freno; intentó estribar casi al tanteo con la punta del pie.

Al coronar una cuchilla, vio un poco más allá una cañada de márgenes desnudas y agua cristalina. Se tiro del caballo más que se apeo, metiendo a lo animal  la cabeza en el agua. No bebió, primero se refregó la sangre que se le había pegado en la cara como costras a una herida. Una vez limpio, tomo con fruición sorbo a sorbo hasta saciarse, cuando levanto la cabeza del agua le saco el freno al bruto que se abalanzo sediento sumergiendo el hocico largo rato en el agua. Recién ahí, cuando bajaba el recado para refrescar el animal pensó detenidamente en la carnicería de la que había escapado.-

Hasta ese momento solo había escuchado por boca de su tío, en los fogones,  lo cruel de un entrevero, nunca había matado un hombre hasta ese día.   Nunca estuvo seguro desde que salio de su casa respecto a como reaccionaria una vez en batalla. Esa mañana lo comprobó, el asunto era matar o morir sin mas tiempo que pensar en salvar su vida y el se había salvado aunque sintiera aun el olor a ajo del sargento, o viera la cara de miedo del gringo cuando le bajo el sable. Así debería de ser la guerra y el estaba participando de una.-

No se sintió bien, extrañamente pensó en su casa, en su madre y sus hermanas. Por un momento deseo estar en casa, haciendo las tareas propias de su edad, las que no eran ni para sus hermanos mayores y tampoco para las mujeres de la casa. Pensó en los corrales con las lecheras, en la majada de consumo, en la leña, sus caballos. ¿Cómo estarían las mujeres? ¿Estarían a salvo de la barbarie que buscaba revancha con los más débiles?

Volvió a montar, retomando el galope apurado. Aun podía sentir los cascos de sus perseguidores. El ruano pareció un caballo nuevo luego de la refrescante parada, aunque para él, casi nacido sobre el caballo, sabia que faltaba muy poco para que claudicara nuevamente la mano.-

Comenzó a caer la noche, y esta se adivinaba oscura, sin luna y sin estrellas, como las anteriores.

Esperaba encontrar una picada sobre el Río Negro antes de llegar la noche cerrada y ella ya estaba ahí, al caer y el lugar no aparecía.-

-No debería estar muy lejos- se dijo mientras continuaba con el galope, al coronar una pequeña eminencia con una cerrillada de piedra hecho atrás su cuerpo deteniendo el ruano que alargo el cuello, lleno de fuego los ojos.

Un ojo poco avizor, no acostumbrado a la campaña oriental nada podía haber visto, pero Lolo había crecido tropeando ganado con su padre y sus tíos por esos parajes. Ágilmente se paró sobre el recado a la manera de los viejos matreros, a la derecha, se dibujaba la silueta del monte costero al Río Negro, inmenso, impenetrable, tupido y majestuoso. Por primera vez en el día Lolo sonrió, había encontrado el lugar-

Apuro nuevamente el galope del ruano hasta llegar a la orilla del monte, una vez llegado lo puso al trote lento mientras  se adentraba cada vez mas en la espesura escudriñando entre el espeso follaje la entrada a la picada.-

Ahí estaba, cubierta con unas ramas de molles había una entrada estrecha por la que apenas podía pasar un caballo sin jinete. Se apeo y condujo el equino por la senda, daga en mano tratando de cortar la maraña que impedía su paso.-

Mientras caminaba sentía el apagado ruido del monte sobre su cabeza. La noche ya estaba con el y a medida que cesaban los gorjeos y trinos de los pájaros menos se veía hacia delante. Miles de luces fosforescentes comenzaron a aparecer entre las ramas. Siguió avanzando, de a poco la senda se hizo más amplia y monto nuevamente, ahora ya de manera distendida.

De repente el ruido que lo había sorprendido en la mañana lo sobresalto, un martilleo de cascos de caballos que se detuvo junto al monte. Las voces de los jinetes se escuchaban nítidamente.-

-         Bueno Ruperto, dígame por donde es la picada - dijo un vozarrón que parecía acostumbrado a mandar.-
-         Se me hace mi Capitan que es por aquí, pero al oscuro no me doy cuenta- Respondió una voz aflautada
-         ¿Y entonces Teniente?
-         Yo diría que por aquí no debe de ser mi Capitán, muy tupido para ser una picada, yo diría que puede ser  pasando el pajonal donde también hay huellas .-
-         Entonces cubra cada centímetro del monte hasta las cinas-cinas de alla arriba, lleve un destacamento, pero no entre aunque descubra la picada, los demás vénganse conmigo hasta el pajonal. ¡Ramirez!
-         ¡Si mi capitán!
-         Asegúrense de saber que andaban haciendo estos sotretas deste lado del río, aprieten alguno de los prisioneros
-         No quedo ni uno vivo
-         Mala suerte carajo- silencio, solo el pifiar de los caballos -  Teniente ¿El viejo Larriera dijo algo antes de que lo fusilaran?
-         No mi capitán
-         Estamos jodidos entonces. Busquen la picada entonces, si la descubren me avisan pero no entren, hay que agarrar vivo a ese gurí  desgraciado.

Lolo sonrió sintiéndose a salvo, ya sentía el frescor y el murmullo del río, vadeandolo estaba su destino. El enemigo no sabia nada de la caballada. La misión no había fracasado – “Como en el truco” – pensó – “hasta la ultima carta hay seña”
Durazno, Durazno, Uruguay
" El viejo Lolo" Gonzalo Recuero